top of page

Mi primera bici

Actualizado: 16 ago 2024

Por Humberto Moheno

 
Audio cover
Mi primera biciHumberto Moheno

Mi primera bici, cuento, Humberto Moheno

Me desperté con esa emoción que te recorre de pies a cabeza. Navidad había llegado y no podía esperar ni un segundo más. Mamá y papá seguían dormidos, pero eso no me detuvo. Corrí a su cuarto y, con el entusiasmo desbordando, grité:


—¡Papá, mamá, es Navidad!


Al ver que no reaccionaban, me subí a su cama y comencé a saltar como loco.


—¡Es Navidad, los regalos ya están aquí!


Finalmente, se despertaron, todavía medio dormidos pero con una sonrisa en los labios. Papá me acompañó hasta el árbol de Navidad, donde estaban los regalos. Cada uno de los que había pedido, y uno muy especial: una bicicleta azul con ruedas auxiliares. En el manubrio había una nota que decía: "Nunca te detengas".

Papá tomó su café rápidamente y dijo


—¡A dar un paseo!


Salimos a la calle y comencé a pedalear. Los primeros intentos siempre son memorables. Aprendí a frenar con los pedales, tirando hacia atrás. Pero claro, a veces la cadena se salía y la primera vez que pasó, choqué contra el coche de la vecina.

Con el tiempo, llegó el desafío de andar sin las rueditas auxiliares. Vinieron las caídas y los raspones. Mamá y papá decidieron comprarme un casco y rodilleras, aunque no los usaba mucho. Siempre me decían:


—Si te caes, levántate y sigue pedaleando.


Ese consejo me ayudó a superar las caídas. Pronto aprendí a frenar y a reducir la velocidad. Las cuestas eran un reto. Papá me decía:


—Te toca subirlas. Un día tendrás una bicicleta de ruta con muchas velocidades, pero primero aprende con esta.


Subir las cuestas era agotador y muchas veces quería rendirme. Pero papá siempre decía:


—¡No te detengas! Si te paras, será más difícil volver a empezar.

La bajada era la mejor parte: velocidad, adrenalina, disfrute.


—Después del esfuerzo, siempre hay una recompensa —decía papá.

Un día, bajando una cuesta, la cadena se salió y no podía frenar. Grité:


—¡Papá, ayuda!

Él respondió:

—Tú puedes, descubre cómo hacerlo.

Pensé en lanzarme de la bicicleta, pero recordé las palabras de papá. Usé mis pies para frenar, raspando mis tenis blancos hasta detenerme justo a tiempo. Papá llegó corriendo y me aplaudió:


—¡Lo lograste!


Había frenado aunque mis tenis quedaron destrozados.


Con mi primera bicicleta disfruté de las subidas, bajadas y caminos, aunque no tanto de las caídas. Aprendí a levantarme y seguir rodando. Pasé años con ella hasta que mamá y papá decidieron que necesitaba una más grande. Una Navidad, pedí una nueva bicicleta y llegó. Doné mi primera bicicleta a un centro de bicicletas usadas. Mamá me dijo:


—Todo lo que aprendiste con ella, lo aprenderá otro niño.


Años después, tuve otras bicicletas: de montaña, de ruta. Pero ninguna fue tan especial como mi primera bicicleta, la que me enseñó a pedalear, a confiar, a caer y levantarme, a disfrutar de la velocidad y a frenar solo para recargar energías. Porque el camino tiene muchas cuestas, bajadas, emociones y nunca termina.


Y tú, recuerdas tu primera bicicleta?



 

La canción de la historia:



 
 

Comments


bottom of page