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El secreto de Clip y Hoja


 
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El secreto de Clip y HojaHumberto Moheno

Clip y Hoja, dos útiles escolares inseparables, descubren una ciudad mágica en su escuela llena de creatividad y vida. Cuando la realidad amenaza con destruirla, los amigos unen fuerzas con otros útiles para luchar en una épica batalla de ingenio y diversión, asegurando que la magia y la creatividad continúen inspirando a todos los niños.

Había una vez, en una escuela como cualquier otra, dos amigos inseparables: Clip, un clip de papel muy curioso, y Hoja, una hoja de cuaderno con mucha imaginación. Estos dos amigos siempre estaban juntos, explorando cada rincón de la escuela, hasta que un día, mientras buscaban un buen lugar para esconderse durante el recreo, descubrieron algo increíble: una pequeña puerta oculta detrás de la biblioteca.


—¿Qué crees que haya ahí, Hoja? —preguntó Clip, con sus pequeñas puntas temblando de emoción.


—¡Solo hay una forma de saberlo! —respondió Hoja, deslizando su esquina más afilada para abrir la puerta.


Al cruzar la puerta, se encontraron con un mundo que no parecía de este planeta. Era una ciudad hecha enteramente de útiles escolares. Había hojas volando como aviones, engrapadoras bailando al ritmo de la música que salía de un radio hecho de borradores, lápices con puntas afiladas que competían en carreras y cuadernos que contaban cuentos de terror a las gomas de borrar. ¡Hasta las plumas se habían convertido en cantantes famosas!


—¡Esto es mejor que el regreso a clases! —exclamó Clip, sorprendido por todo lo que veía.

Pronto, Clip y Hoja decidieron que este secreto no debía quedarse solo entre ellos. Así que volvieron a la escuela y reclutaron a más útiles para que conocieran esta increíble ciudad. Trajeron tijeras, pegamentos, marcadores y hasta las ligas aburridas que siempre estaban en la parte trasera del cajón.


Pero no todo era tan fácil. Mientras se divertían, la realidad, una figura gris y opaca que odiaba todo lo que tenía que ver con la magia y la diversión, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo en la ciudad. Y como buena amargada, decidió acabar con la fiesta.


—Esto es inaceptable, la creatividad y la diversión solo distraen a los niños de lo importante, ¡las matemáticas! —gruñó la realidad, mientras se preparaba para destruir la ciudad mágica.


Clip y Hoja sabían que tenían que hacer algo, y rápido. No podían dejar que la realidad arruinara su mundo encantado. Entonces, Hoja tuvo una idea brillante, la más brillante que jamás había tenido.


—¡Clip, llama a todas las hojas de la escuela! —ordenó Hoja, con un aire de mando que nunca antes había mostrado—. Necesitaremos una flota aérea.


Clip, sin pensarlo dos veces, comenzó a reclutar a todas las hojas que pudo encontrar.

Pronto, el cielo de la ciudad encantada estaba lleno de hojas volando, tripuladas por clips y ligas, listas para la batalla.


—¡Esto va a estar buenísimo! —dijo una liga, mientras tensaba su goma como si fuera un resortera profesional.


—¿Qué haremos, Hoja? —preguntó Clip, nervioso pero decidido.


—Vamos a bombardear a la realidad… con chicles. —Hoja sonrió con picardía.


—¡Genial! Pero, eh… niños, no lo intenten en casa, ¿ok? —dijo Clip, mirando de reojo a los lectores.


Y así comenzó la batalla. Las hojas volaron en formación, y desde el aire, los clips y las ligas comenzaron a lanzar chicles pegajosos directamente a la realidad. Esta se vio rodeada, incapaz de moverse con todos esos chicles pegados a ella.


—¡Esto es inaceptable! ¡Esto no es realista! —gritaba la realidad, cada vez más desesperada.


Pero la cosa no terminó ahí. Al ver el valor de Clip y Hoja, todos los demás útiles decidieron unirse a la lucha. Las tijeras cortaron cualquier intento de la realidad por deshacerse de los chicles, los pegamentos la atraparon en su pegajosa trampa, y los marcadores dibujaron bigotes y gafas en la cara de la realidad para hacerla ver ridícula.


Finalmente, con un último esfuerzo, todos los útiles escolares se unieron y lograron vencer a la realidad, sellándola de vuelta en su aburrida caja de cartón.


—¡Lo logramos! —gritó Clip, emocionado, mientras todos los útiles celebraban.

Pero justo cuando pensaban que todo había terminado, algo inesperado sucedió. La realidad, aún pegajosa y dibujada, comenzó a encogerse y encogerse hasta que… ¡Puf! Desapareció en una nube de confeti.


—Bueno, eso no me lo esperaba… —dijo Hoja, mientras recogía un poco de confeti.

—Y yo que pensé que esto sería complicado —bromeó Clip.


Con la realidad vencida, la magia de la ciudad encantada quedó a salvo, y todos los útiles escolares regresaron a la escuela, donde ahora sabían que la creatividad y la magia eran tan importantes como cualquier lección en clase. Y aunque nadie más del mundo real conocía el secreto, Clip y Hoja sabían que habían hecho algo increíble.


—Oye, Clip —dijo Hoja mientras volvían al cajón—. ¿Y si mañana exploramos el rincón de las mochilas? Dicen que hay una goma que puede volar…


—¡Suena como otra aventura! —respondió Clip, riendo.


Y así, la magia de la ciudad encantada quedó asegurada para las futuras generaciones, y cada niño de la escuela encontró, en su propio corazón, un poquito de esa creatividad que hace la vida mucho más divertida.


Fin.

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